martes, 14 de diciembre de 2010

Clichés

-¿Te importa que haga una cosa? -me preguntó mientras me abrazaba con fuerza.
-Lo que quieras.
Pero me soltó y se apartó de mí.
-Lo que quieras, excepto eso -me quejé.
Sin hacerme caso, me tomó de la mano y me levantó de la cama. Después se plantó de pie frente a mí, con las manos sobre mis hombros y el gesto serio.
-Qiuero hacer esto como Dios manda. Por favor, recuerda que has dicho que sí. No me estropees este momento.
-Oh, no -dije boquiabierta, mientras él clavaba una rodilla en el suelo.
- Pórtate bien -murmuró.
Respiré hondo.
-Isabella Swan -me miró a través de aquellas pestañas de una longituda imposible. Sus ojos dorados eran tiernos y, a la vez, abrazadores-. Prometo amarte para siempre, todos los días de mi vida. ¿Quieres casarte conmigo?
Quise decirle muchas cosas. Algunas no eran nada agradables, mientras otras resultaban más empalagosas y románticas de lo que el própio Edward habría soñado. Decidí no ponerme en evidencia a mí misma y susurrar:
-Sí.
-Gracias -respondió.
Después, tomó mi mano y me besó la yema de los dedos antes de besar también el anillo, que ahora me pertenecía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario